Ducharte te convierte en Barbie California
Cada vez me gusta más ducharme. Debe ser hacerse mayor esto, el encontrar un momento de paz y placer en la sensación cálida de abrazo resbaladizo del gel y el agua a 400º en el cuello. Eso si lo haces por la noche. Por las mañanas sólo tiene el mismo efecto si pasan de las 10:30, o si es verano -y sí, aún con el agua a 400º, eso es una necesidad básica-. Pero es que me meto en la ducha y es como volver a nacer: mi cuerpo se coloca bajo el chorro de agua y paradójicamente me zambullo en una pila bautismal, donde todos mis actos impuros son perdonados, sean cuales sean los pecados que haya cometido según qué religiones. Se hace el silencio y el peso se aligera, porque todo está bien, el mundo es bueno, no sé lo que son los problemas, el agua hirviendo se encarga de desintegrar mis tristezas y preocupaciones. Si cierro los ojos y me concentro lo más mínimo, soy capaz de teletransportarme y encontrarme de repente rodeada por la presión de una cascada tropical, en medio de una isla, por la que corro desnuda y pise donde pise no me hago daño. Porque todo es un sueño, y ahí nada puede doler.
Siempre he pensado que me gustaría vivir en la ducha, porque es el lugar y el momento en el que más ideas tengo: el diálogo interior se multiplica en cantidad y en velocidad, y las ocurrencias son correcaminos chocándose contra las paredes, intentando no morir ahogadas o intoxicadas por el champú.
Huele tan bien todo… tanto que dan ganas de comerse el acondicionador, que además tiene un color super apetecible. Y me siento tan suave, tan nueva, tan rica… soy la Barbie California recién sacada del paquete. Como la que tenía de pequeña que no podía parar de oler, porque olía literalmente a verano, a crema del sol y a playa. A PLAYA SIN ARENA PEGAÑENTA. Una fantasía… Además, si te duchas por la noche todo puede convertirse en el ritual perfecto de antes de irse a dormir. Porque, ¿en serio existe algo mejor que irse a dormir después de ducharse? Lo dudo. Es algo superior a cualquier cosa.
Hablando del verano… ojalá existir sólo en verano. Cada día estoy más cerca de poder declarar de la manera más ferviente, realista y brutal que a mí me han dejado en este mundo para vivir al calorcito, haciendo la fotosíntesis, danzando como una ninfa de los bosques, o en las orillas de las playas y ríos, con el sol dorando mi piel de azúcar y canela; atrayendo la mirada de todos por la luz que irradio, el sonido que hago, como si yo misma o mi pelo fuese un instrumento de cuerda tocado por el viento. Es irrefutable que de mayo a septiembre me siento moralmente superior a todas las versiones de mí misma que existen durante el resto de los meses -y a veces a la gente que me rodea-. Es como la sensación que te puede dar una droga, pero sin deteriora tus conexiones cerebrales o tus órganos internos. El verano es como un estupefaciente beneficioso que te hace mejor persona, que te pone a funcionar, que genera en ti un impulso por ser la mejor versión de ti mismo en todos los sentidos. Y me hace estar en los 60s-70s más que nunca. Aún lo hablaba con P. hace unos días: la naturaleza, el sol, ciertas luces, tonalidades y ondas, ciertos olores y texturas me hacen sentirme allí, como en casa, en mi salsa, a mi bola, viviendo en cualquier calle, vecindario o lugar que se llame lo-que-sea canyon, hills, valley o bullevard. Soy propietaria de una casa estilo mid century modernista y la vida está que flipas llevando faldas cortas, gafas grandes y sandalias altas. Menos mal que no cobran por soñar.
Cambiando de tema. Una de las cosas más curiosas que me han contado nunca, que casi puede ser un truco o consejo para la vida, es que decir el nombre de -ay, espero que no pase nada…- Juan Pardo da mala suerte. Se ve que esta tradición, esta manía por el vocalista de Los Brincos, surge a raíz de que:
1. El hermano Fernando Arbex (batería), Luis Sartorius, quien había sido el creador de Los Brincos y representante, muere en un accidente de coche mientras hace la mili antes del lanzamiento del grupo, tras haber conseguido que el sello discográfico Zafiro los fichase. Por suerte las bases ya estaban asentadas y sus primeras grabaciones en marcha.
2. En los conciertos siempre fallaba algo, ya fuesen focos, electricidad, micros, sonido…
¿Y por qué es el único calificado como gafe si eran más? os estaréis preguntando. Pues no lo sé. Yo también me lo pregunto muchas veces. Es un potencial Imperio Romano. Pero se ve que en el ambiente discográfico se fue ganando ese título, y se le empezó a llamar JP. Además, está terminantemente prohibido nombrarlo antes de los conciertos; según me dijo S. una vez, es porque “son la familia maldita del rock”. Yo no tengo nada en contra de este señor, pero prefiero no jugármela.
Y hablar de este ser me viene al pelo, porque quiero compartir con vosotros una de las películas más fascinantes pero turbias pero maravillosas pero ridículas pero obras de arte y de culto no reconocidas que ha parido madre. Porque, señoras y señores, nunca os imaginaríais que existe un largo en el que JP y Junior (el otro vocalista y guitarrista de la banda) tienen un grupo en Santiago de Compostela y de repente unos extraterrestres vienen a la tierra para hacerse pasar por ellos dos, destruirlo todo y hacerse con el control del planeta.
La película se llama Juan y Junior… en un mundo diferente (Pedro Olea, 1970), y es de las mejores experiencias cinematográficas que he tenido jamás. O sea, os juro que tiene mi 7 en filmaffinity, y poco me parece. Creo que es porque, de alguna forma, me recuerda a las películas de Los Beatles: les pasan movidas y por el medio cantan. Un poco musical, un poco película publicitaria, un poco película propagandística para que te unas a su secta y club de fanses. Y las canciones, obviamente, son maravillosas.
Os dejo con Another Day, una de mis favoritas, en youtube están las demás. Pero mejor verse la peli para metérselo en vena al completo.
Para despedirme, quiero compartir con vosotros un pequeño proyecto que hice hace cosa de un mes. Se trata de estudio fotográfico sobre cómo la luz del sol actúa sobre los puntos altos y edificios de Pontevedra al atardecer. Podéis verlo AQUÍ. Espero que os guste.
Gracias por leer.
Y por si no nos vemos, buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Si te ha gustado, suscríbete, deja un comentario o envíasela a tus amigos y enemigos para que no se la pierdan.